Después de intervenir en varios casos de agresividad redirigida en gatos, considero oportuno escribir este artículo con fines informativos
para explicar con más detalle este tipo de agresividad tan inquietante, desagradable y por desgracia, más frecuente de lo que se piensa.
Los gatos pueden mostrar distintos tipos de agresividad según el motivo que la desencadena:
- por defensa del territorio
- por miedo
- por disputas entre machos
- por dolor físico o enfermedad (es imprescindible acudir inmediatamente al veterinario)
- por último, pero muy importante, la agresividad redirigida
>En un contexto concreto, se produce un ataque puntual, muy violento y sin aviso previo.
>Lo puede presentar cualquier gato, independientemente de la edad, el sexo y el estado reproductivo (castrado o no).
>Es más probable en gatos: de vida interior, confinados, con escasa socialización, con destete precoz, con factores de estrés.
Cuando un gato se siente amenazado por algo o alguien (estímulo detonante), pero no puede enfrentarse o defenderse directamente contra él. Entonces redirige su agresividad hacia otro objeto o individuo que tenga cerca (de ahí el término "redirigida").
Es decir, el gato interpreta como amenaza algo de su entorno, motivado por:
- un ruido intenso
- sonidos de alta frecuencia
- un olor desagradable para él
- la visión de un gato desconocido
- la presencia de un extraño, etc.
Esta amenaza le genera la necesidad de defenderse. Pero, si no puede alcanzar físicamente el causante (por ser algo inmaterial o existir una barrera física, por ejemplo el cristal de la ventana), descarga esta tensión y agresividad sobre el objeto o sujeto sustitutivo que tenga a su alcance en ese momento.
Es importante saber que el estado de alteración (y violencia) del gato puede mantenerse durante horas o incluso días, aunque el estímulo ya haya desaparecido. Y puede repetirse la agresión por la sola presencia de la víctima, a quien ahora asocia directamente con esa amenaza.
Podemos encontrar básicamente dos situaciones en estos episodios violentos:
Hay que reconstruir el vínculo y recuperar la confianza mutua mediante un proceso paulatino y respetuoso entre ambas partes. El impacto emocional suele ser muy profundo, tanto en el gato como en la persona, y hay que tratarlo adecuadamente. Por ello se aconseja el acompañamiento profesional para guiar la recuperación y evitar recaídas (frecuentes sin falta de asesoramiento).
Conocer bien las preferencias y sensibilidades de nuestros gatos es clave para evitar situaciones que puedan resultarles incómodas o generarles malestar (falta de tranquilidad, de control y de seguridad).
- Evitar ruidos intensos o repentinos
- No usar productos con olores intensos
- Evitar situaciones de alboroto, vocerío, gesticulaciones dentro de casa
- No permitir la entrada de gatos desconocidos sin pautas de introducción
Si nuestro gato ha protagonizado un ataque redirigido es fundamental actuar con rapidez. Cuanto antes se intervenga adecuadamente, más fácil será recuperar la tranquilidad y evitar repeticiones. Una especialista podrá ayudarnos a gestionar esta experiencia en todos sus elementos:
- Análisis del perfil de temperamento y entorno del gato
- Detección del causante de la agresividad redirigida
- Diseño de un plan personalizado para recuperar el equilibrio emocional del gato
- Acompañamiento en el proceso de recuperación del vínculo afectivo con la persona o animal agredido
- Indicaciones para el manejo del entorno y prevención de futuros incidentes
Cada caso es único y debe tratarse como tal: lo que funciona para un gato o familia puede no funcionar para otro. No intentes resolver esta situación sin el apoyo de una profesional especializada.
Consecuencias frecuentes de no actuar
- En el gato: situación de estrés crónico, aparición de enfermedades asociadas como son la cistitis idiopática, infecciones respiratorias, alteraciones dermatológicas, anorexia o marcaje.
- En las personas: pérdida del vínculo afectivo, tensión familiar, miedo, y en ocasiones decisiones drásticas como el abandono o la eutanasia del animal.
En resumen:
La agresividad redirigida es un fenómeno complejo, pero tratable. Con acompañamiento profesional adecuado y con una intervención rápida, es posible recuperar la armonía en la familia y restaurar la relación con nuestro gato.
Si has vivido un episodio similar, no dejes pasar más tiempo. Contacta con una especialista y comienza cuanto antes el proceso de recuperación. La felicidad de tu familia (humana y felina) depende de ello.
Estaré encantada de ayudarte.
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